TU HISTORIA SE PARECE A LA MÍA

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No sé si entenderás esto que voy a decirte o si necesitarás esa madurez con la que te riega el paso de los años, pero vas a tener que ir preparándote para decir alguna vez «Hoy soy yo la que elige olvidarte».

Eso sí, cuídate mucho, no caigas en la trampa de pensar que te resultará tarea fácil, ¡No bajes la guardia! Porque cuando por fin te convenzas de que has sido una mujer valiente y capaz de actuar con una determinación admirable, caerás en la cuenta de que una nunca elige olvidar, porque el Olvido ya tiene Derechos de Autor -un autor de ojos bonitos, manos que llegan a partes de tu cuerpo que ni tú misma sabías que existían y con una capacidad casi sobrenatural de hacerte feliz mientras acaba contigo-. Así que tendrás que estar lista para asumir que tu papel en todo eso no será otro que el de pagar las costas del juicio que te ha ganado el desamor.

Pero no olvides jamás que es el efecto devastador de una inocente mirada el que ha inspirado a los más grandes genios de la literatura universal, el que ha emocionado a soldados en primera línea de batalla, el que ha dinamitado las leyes del Espacio-Tiempo y el que ha reforzado los pilares de la persona en la que hoy te has convertido.

Así que adelante, puedes odiar a Tu Persona. Puedes darle la espalda cada día, pero qué menos que las gracias cada noche. Y piensa en él de vez en cuando, y abrázalo fuerte. No importa lo lejos que esté, porque en el Olvido no hay frontera estable ni distancia insalvable. En el Olvido, amiga, en el Olvido sólo hay recuerdo.

Y en el recuerdo os encontraréis siempre  los dos.

FRONTERAS

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El AMOR, disculpen la franqueza, es ROMA pero al revés.

 Quizá el olor que una madre deja en su almohada, el de las lentejas de la abuela, o la velocidad a la que te late el corazón cuando oyes las llaves de tu padre preparándose para abrir la puerta. Puede que sea, por qué no, el mechón de pelo suelto, estratégicamente colocado, que un viejo amor te quita de la boca, o la mirada cómplice entre dos desconocidos en el tren que buscan algo de emoción, después de doce horas de rutina interminable.

Quién sabe. Lo mismo el amor es una mujer con la camisa de un hombre, tumbada y recordando con Damien Rice de fondo, un café a las siete de la mañana, que te sigan queriendo a pesar de no quitarte los calcetines al hacer el amor en pleno invierno o que te inviten a pasar.

 Podría ser también una ducha caliente después de abandonar una batalla incluso antes de librarla, la noche antes de llevar a alguien al aeropuerto o no querer mirar atrás por no encontrarte a la persona de la que huyes.

Puede que el amor  no sea hacerlo, sino escribir sobre él. O pensar que, simplemente, el AMOR es ROMA del revés.            

Pero contigo. 

AMAR EN TIEMPOS DE GUERRA

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Por tener por cuerpo una anarquía.

Por ser metralla tu boca.

Por la frontera que va desde tu cuello a tu cintura,

y su endeblez a la altura justa de tus muslos.

Por no existir más que mi fusil para colarme por ella

y atravesar las paredes del bunker

que te aisla y te hiela.

Por declararme la guerra en tiempos de paz.

Sabiendo que iba a conquistar tu territorio.

Viejo conocido.

Y, aunque te duela, nunca enemigo.

Por estar llena de minas antipersonas.

Y, aún así, tirarme encima tuya.

 Para después darte a elegir,

Entre dejar que me quede aquí queriéndote toda la vida 

y mandar a la mierda el caos de tu maldito desgobierno.

O hacerte explotar después de invadida.